Lo que el confinamiento ha hecho a mi hijo ( y a mis nervios)

Puede que la cantidad de imagen idílicas que habéis visto por las redes  no hagan justicia a la situación que hemos vivido en la mayoría de las casas durante el famoso confinamiento de 2020. Y eso hablando de familias de clase media con medios suficientes para llevar a cabo conexiones y haciendo malabares para llegar a todo. Esto no refleja la realidad de todos, los hay que trabajan los dos, los hay que dejaron de trabajar los dos, los hay que fueron despedidos, los hay que teletrabajaron, los hay que no... con esto quiero decir que generalizar es un error porque no sólo debemos hablar de situaciones familiares. También deberíamos contemplar cosas como hijos únicos, familias numerosas, cada una complicada a su manera o detalles como los tamaños de los pisos porque quedarte encerrado en el chalet de Messi no es lo mismo que hacerlo en tu casa de 50 metros cuadrados sin terraza e incluso sin luz.

 Mi hijo necesita ir al cole. En estos momentos parece que esto es un debate mundial y ninguna respuesta es buena y es que como en el confinamiento ninguna solución responde a todas las posibilidades que son cada familia. Pero sin entrar en el hecho de que no exista ninguna medida de conciliación familiar real, ninguna respuesta para los padres trabajadores, a parte de todo esto solo quiero centrarme en lo que le ha pasado al pequeño en el confinamiento.

Nuestro colegio siguió avanzando materia, teníamos listas infinitas de ejercicios, videoconferencias, e incluso tablas de gimnasia que religiosamente teníamos que grabar, fotografiar y enviar a cada profesor , cada una por un sistema o una aplicación diferente. La cuestión es que después del desayuno nos enfrentaba os siempre con la primera bronca. La segunda solía ser con la hora de la videoconferencia con su pequeños drama antes,  durante y después. Antes por no querer hacerlo, durante por no querer participar y después por la frustración que sentía como madre ante esa pérdida de tiempo y la sensación de que si seguíamos así se quedaría atrás. Lo probamos todo: negociación, premios, amenazas y sobornos. Pasamos de la disciplina positiva a ser horcos salidos directamente de Mordor. Nada funcionaba.

Ni qué hablar de las rutinas  de leer o de jugar que se iban al carajo. Muchas veces acabábamos las tareas a la hora de cenar y entrábamos en una dinámica súper destructiva que no conseguíamos romper. Ese tiempo se quitó al juego y a la diversión que se convirtió en dosis de pantalla desproporcionada con el objetivo de a tener la casa medio decente y realizar las tareas básicas de mantenimiento del hogar o incluso ducharme.

Y cuando por fin salimos de casa, a parte de no ser capaz de dar una vuelta a la a zona por la atrofia muscular del encierro generó una dependencia brutal. Lo que podemos denominar “mamitis” de manual pero superior a cualquier etapa anterior de su vida, incluyendo cuando era un bebé. Esta situación se complicó cuando en todo el verano se le dio la orden de no confraternizar con nadie. Grupo burbuja cerrado a la familia porque viendo las cosas que ves confiar en la responsabilidad ajena es complicado. De ese modo un total de 6 meses sin referentes infantiles han conseguido que mi hijo se convierta en un viejo que dice “me fascina” y juega a las cartas. Supongo que , una vez más, los niños con hermanos al menos alguien con quien jugar o los que son familia numerosa puede que hayan salido en “El caso” por las peleas o puede que haya familias sacadas de Sonrisas y lágrimas que lo hayan gozado a tope.

En todo caso la cuestión es que ahora parece que tenemos que posicionarnos entre vuelta al cole o no. No creo que sea esa la cuestión. Hemos renunciado a nuestro derecho a la educación, nuestro derecho al juego y a nuestra salud mental, pero no a nuestro miedo. Las familias que piensan llevar a sus hijos al colegio no son “malos o irresponsables” son situaciones parecidas a la mía o más extremas, son familias sin opciones que aún no sabemos si quiera cosas tan básicas como cómo solucionar los horarios ampliados o si compensa sacrificar, una vez más las carreras para dedicarnos a nuestra familia si los cierres de colegios se convierten en intermitentes durante todo el año. Son familias de las que nadie se ha preocupado aún pero, oye, vosotros a disfrutar de la terracita.


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